Línea: sucesión de puntos en el espacio. A partir de esto se puede definir una figura. Tal y como la conocemos hay de todos tipos y tamaños. Tal como conocemos figuras, hay emociones, también de todos tipos y tamaños.
Emociones circunstanciales - como consecuencia de algún hecho puntual -, emociones perennes - que no dejarán de existir -, emociones de baja o alta intensidad - la alegría, la tristeza, el amor - pero todas forman parte de un hogar común: el ser humano.
Cuando estas hermosas figuras entran en contacto, surge lo que llamamos conflicto, un encuentro entre dos cosas que chocan, dejando como resultado que se destruyan, se atraigan, se repelan, se complementen o creen algo nuevo.
De ahí a que la galería de figuras, por hermosas que sean, puedan parecer confusas, ya que sus reacciones son tan diversas como tamaños y tipos existen.
Más fuerte aún es el reconocimiento de que una de las figuras predomina al resto, siendo la sumisión el arquetipo perfecto cuando prela la emoción.
Es también la mano del escultor la que pone en la figura la prevalencia de su dominio. Y como la mano del escultor, es la mente. De ella procede todo lo que conocemos y lo que no de la manera más impredecible e irracional.
Si alguna vez pretendes con la mano dominar y surcar todo tipo de figuras sin emoción, comprenderás entonces que este escrito, sin ser para tí, es tuyo también. Vives de él y como yo, estoy seguro que búscaras de nuevo esa figura que sin querer rompiste.
Emociones circunstanciales - como consecuencia de algún hecho puntual -, emociones perennes - que no dejarán de existir -, emociones de baja o alta intensidad - la alegría, la tristeza, el amor - pero todas forman parte de un hogar común: el ser humano.
Cuando estas hermosas figuras entran en contacto, surge lo que llamamos conflicto, un encuentro entre dos cosas que chocan, dejando como resultado que se destruyan, se atraigan, se repelan, se complementen o creen algo nuevo.
De ahí a que la galería de figuras, por hermosas que sean, puedan parecer confusas, ya que sus reacciones son tan diversas como tamaños y tipos existen.
Más fuerte aún es el reconocimiento de que una de las figuras predomina al resto, siendo la sumisión el arquetipo perfecto cuando prela la emoción.
Es también la mano del escultor la que pone en la figura la prevalencia de su dominio. Y como la mano del escultor, es la mente. De ella procede todo lo que conocemos y lo que no de la manera más impredecible e irracional.
Si alguna vez pretendes con la mano dominar y surcar todo tipo de figuras sin emoción, comprenderás entonces que este escrito, sin ser para tí, es tuyo también. Vives de él y como yo, estoy seguro que búscaras de nuevo esa figura que sin querer rompiste.
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